domingo, 3 de octubre de 2010

Lo que la enseñanza hace a los docentes …

A los estudiantes de 4º año de Magisterio del IFD de Paysandú:

Phillip Jackson, en el epílogo de su libro “Enseñanzas implícitas” (1999, Buenos Aires, Amorrortu) y reflexionando sobre su trayectoria docente, dice:

“Tengo la corazonada (¿puede ser acaso algo más que eso?) de la que no sólo soy una persona diferente de la que habría sido si nunca hubiese enseñado; también soy una persona mejor. En suma, creo que la enseñanza me mejoró. Y lo hizo, si mi corazonada es correcta, exigiéndome desempeñar un rol que por costumbre implica una cantidad de obligaciones morales. Por supuesto, no hay ninguna garantía de que la realización de tales obligaciones tenga como consecuencia un mejor realizador. Pero si Aristóteles estaba en lo cierto (a menudo lo estaba), no hay mejor manera de inculcar la virtud y hacerla hábito que insistir en obrar virtuosamente. La enseñanza, como yo la experimenté, ofrece a la persona virtuosa una multiplicidad de oportunidades de actuar.”

Tu formación de grado va llegando a su fin …
Te invitamos a realizar una reflexión a propósito del término de esta etapa y el inicio de lo que será tu futura vida profesional.
¿Qué opinión te merece lo que plantea Jackson?


lunes, 27 de septiembre de 2010

Edith Litwin: Enseñar cómo se aprende con las TICs

 

Ante la partida de una MAESTRA

El domingo 5 de setiembre a la tardecita, recibíamos, con profunda pena, la noticia del fallecimiento de la Dra. Edith Litwin, en Buenos Aires. Sus enseñanzas quedarán para siempre entre todos los que tuvimos el privilegio de ser sus discípulos.
Con nuestros estudiantes magisteriales de 4º año, Beatriz y yo, leímos y comentamos en clase el paper ESCUELAS, ÁMBITO DE PROTECCIÓN.


Edith nos ha dejado un camino a transitar...


Escuelas, ámbito de protección

Novelas autobiográficas, films, noticias periodísticas. Desde diversos formatos se nos instala, casi todos los días, la preocupación por reconocer la dificultad del ejercicio de la docencia, particularmente en los grupos juveniles. Jóvenes que asisten a desgano, irrespetuosos con los mayores, que no cumplen con las obligaciones que se les imponen son motivo de preocupación para los docentes, tema de reunión de profesores y directivos, razones por las que se entrevista a los padres o, simplemente, motivo de sanción o de expulsión de la institución escolar. Frente a estas dificultades, durante las últimas décadas, se sostuvo la importancia de incorporar en el currículo una franja horaria para los estudios referidos a la moral, distinguir los contenidos valorativos o diseñar una propuesta transversal que abarcara temas y problemas diferentes desde una perspectiva moral. También se incorporaron propuestas tutoriales, charlas institucionales con y para padres, asesoramiento psicológico y pedagógico. De esta forma, seguimos afrontando las dificultades y buscando, una y otra vez, su solución. Tratamos de obtener respuestas que nos ayuden a encontrar orientaciones y herramientas para abordar el problema y entenderlo en su complejidad. Nos dedicamos en este espacio a estudiar estas dificultades concientes en que su resolución muy probablemente esté aún lejos de cada uno de nosotros.



Una falsa premisa: la conducta apropiada para la enseñanza

Más de una vez, los docentes sostienen la imposibilidad de enseñar porque el clima de la clase lo impide: alumnos de pie, conversaciones en voz alta, papelitos que sobrevuelan al profesor, malas posturas en los bancos o respuestas irrespetuosas frente al pedido de silencio. La búsqueda de la conducta apropiada para iniciar la clase se transforma en una barrera infranqueable. Las únicas salidas posibles que, seguramente, el profesor probó como alternativa diferente una y otra vez consisten en retirarse del aula, sancionar a la clase o a los más provocativos o, dictar la clase para el pequeño grupo que atiende las explicaciones o propuestas. Ninguna de estas estrategias es satisfactoria para el profesor en tanto sólo es satisfactorio encontrar un clima de convivencia que permita la enseñanza para todos.

En las escuelas es prioritario enseñar. Construir el ambiente que lo posibilite es el mayor de los desafíos. Es probable que ese ambiente sea una construcción progresiva que requiera de los docentes el diseño de un ámbito de cuidado para que la escuela se transforme en un lugar protegido para los estudiantes. Aun cuando parezca paradojal, lo que perdió la escuela para estos jóvenes es su lugar de refugio y de protección. Sólo cuando ellos se reconozcan efectivamente cuidados y protegidos será posible un contrato de convivencia para el estudio con sentido. Esto implicará reconocer que no siempre los padres son aliados para encarar el problema, que más de una vez debemos fingir que no advertimos una estratagema de los estudiantes y que siempre nos estamos preguntando las consecuencias e implicancias de cada una de nuestras acciones que, en aras de la enseñanza, generan acuerdos o convenciones fuera de las normas establecidas en las rutinas escolares.

La educación moral como respuesta

El escepticismo que rodea la enseñanza moral se sustenta en el escaso impacto de la enseñanza de las virtudes. Es posible reconocerlas cuando los estudiantes están frente a la presencia de los adultos pero no como parte de sus conductas espontáneas y como fruto de la enseñanza. Enseñar las virtudes de manera directa como si se enseñara cualquier contenido difícilmente modifique de manera permanente las maneras de obrar y pensar.

Las virtudes pueden expresar la responsabilidad, el respeto, la justicia, la honestidad, la compasión, la valentía, la autodisciplina, la tolerancia, la cooperación, la amabilidad, la prudencia. En todos los casos, son virtudes posibles de apreciar en los contextos y no son consideraciones teóricas para ser enseñadas y aprendidas por fuera de ellas.

En un libro autobiográfico titulado: “El profesor”, el escritor Frank McCourt cuenta anécdotas de su vida cuando se desempeñó como docente en escuelas públicas de Nueva York y cómo aplicó estrategias poco convencionales para enseñar a los jóvenes. Recuerda cuando uno de sus estudiantes escribió una carta justificando la ausencia a clase del día anterior y firmando la carta como si hubiera sido su madre. Una nota de justificación, señala, es parte de la vida escolar. Todos saben que es una ficción. Pero se trata de cartas floridas, textos imaginativos que dan cuenta de un talento inimaginable, gemas de la ficción, la fantasía, la creatividad, el rencor, la autoconmiseración, los problemas familiares. Se sucedían allí calderas que explotaban, ataques cardíacos, techos que colapsaban, abortos, asaltos. Allí estaba lo mejor de la escritura estudiantil estadounidense, sostiene el autor: cruda, real, urgente, lúcida, breve, falaz. Notas de justificación que guardó y repartió un día y que propuso que se estudiaran como un modelo de notas de justificación (McCourt: 2008,102) inventando así un nuevo género literario. Anécdotas de la vida singular del maestro que muy probablemente se entiendan moralmente si se reconocen en el contexto en el que se inscriben y que dan sentido a la enseñanza, como la que cita en otra de sus páginas cuando reflexiona arrepentido luego de haber convocado a un padre y observado la paliza que el padre propina a su hijo aduciendo que: “lo crió para que respete”.

La ética del cuidado

En las anécdotas de la vida del Profesor McCourt es posible reconocer la ética del cuidado que, como un aspecto de la educación moral, mira con escepticismo el intento de enseñar de manera directa principios morales o de identificar virtudes prescindiendo del contexto en el que las virtudes viven o se expresan. Se trata, señala Neil Noddings, de entablar de forma regular conversaciones que influyan en su desarrollo moral por contraposición a la instrucción de los niños en las virtudes morales y la vigilancia de su comportamiento. Tenemos que hablar con ellos, escucharlos, enseñarles el lenguaje de la vida moral e inducirlos a reflexionar sobre las grandes preguntas existenciales. Al hacerlo fomentamos la reflexión tanto en ellos como en nosotros mismos (2009; 171). Una ética del cuidado implica crear las condiciones que puedan favorecer una vida moral. Para ello es necesario que las escuelas sean lugares en los que ser bueno es atractivo y no un signo de debilidad o acomodaticio. De ahí la importancia de crear las condiciones y eliminar aquellas que son obstáculos para la vida moral.

Si les preguntáramos a los estudiantes cuáles son las actuaciones que los impulsan a obrar mal, cuáles consideran fuente de injusticia o de maltrato, podríamos identificar una cantidad de actividades y rutinas escolares. No se trata de eliminarlas, aun cuando en algunas ocasiones esto sería posible, sino de conocer y entender, acaso, las razones y los puntos de vista que hacen que los estudiantes se sientan indefensos o amenazados en las escuelas.

La ética del cuidado no rechaza el análisis de las razones. Cuando cuidamos debemos decidir cómo hacerlo pero lo que orienta el cuidado es el sentimiento hacia el otro en una ética de relaciones humanas en las que el diálogo es su componente fundamental. El diálogo nos permite conocer el punto de vista del otro, lo que quiere y necesita y también nos permite conocer la consecuencia de nuestros actos.

Entender la fragilidad de la vida forma parte de esta ética del cuidado que los docentes asumimos frente a la infancia y a la juventud. Se trata de minimizar los riesgos. Algunos de ellos están asociados a algunas conductas evaluativas y, es posible atenuarlos y conversar en torno a ellos. Ya Gardner, por ejemplo, expresó, frente a este problema, la posibilidad de evaluar en condiciones naturales, de manera simple, natural y en el momento adecuado (1995; 188). Los recreos o los espacios de esparcimiento, la puerta de la escuela y más allá de ella son también lugares de cuidado, de una mirada comprensiva y preocupada frente a las dificultades o los problemas que surgen del diario vivir incluyendo enseñar tanto a los niños como a los jóvenes a cuidarse y a cuidar a sus pares sin que esto implique desrresponsabilizarse del cuidado que los mayores deben hacia los jóvenes.

En síntesis, es fundamental que los estudiantes reconozcan que los adultos de las escuelas los cuidan, que se preocupan por su bienestar y se compadecen de su sufrimiento. El significado del cuidado implica que los docentes cuenten con tiempo para conversar entre ellos los problemas que enfrentan a diario y los estudiantes aprendan a detectar y apreciar el cuidado. Se promueve, entonces, en forma permanente el análisis y el debate de la significación del cuidado en la escuela.



Cuando los relatos no alcanzan

Reconocemos que los relatos pueden adoptar una fuerza moral, que contar historias en las que los dilemas se expresan y se plantean y recogen consecuencias morales es la mejor herramienta para cuestionar y aprender de nuestros actos. Construir y reconstruir eventos, conversar en torno a ellos, identificarnos o dotarlos de vida nos conduce a debates que nos implican y permiten entender los límites de las acciones, las controversias morales, los debates permanentes en torno a la humanidad. Sin embargo, no encontramos en esos relatos la respuesta a cada una de las situaciones que se nos plantean a diario. Es probable que, en más de una oportunidad, trastabillemos al pensar cuál es la conducta apropiada, cuál es la mejor respuesta, la única acción posible. Adoptamos una u otra sabiendo que no podemos predecir la mejor consecuencia de nuestros actos. Estos dilemas con los que enfrentamos la profesión a diario constituyen hoy uno de sus rasgos sustantivos. En todos los casos estamos frente a niños y jóvenes que esperan de nosotros la conducta y la respuesta ejemplar mientras anhelan que deseemos y sepamos cuidarlos aunque ellos crean o simulen no desearlo ni sentirlo.

Edith Litwin


Citas

  • Gardner H. (1995) Inteligencias Múltiples. Barcelona: Paidós.
  • McCourt F. (2008) El profesor. Colombia: Editorial Norma S.A.
  • Noddings N. (2009) La educación moral. Buenos aires: Amorrortu.

Edith Litwin (1945-2010) Doctora en Educación por la Universidad de Buenos Aires, Profesora Titular Plenaria de la cátedra Fundamentos de Tecnología Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras -UBA- y Directora de la Maestría en Tecnología Educativa de esa facultad. Secretaria de Asuntos Académicos de la UBA (últimos cargos desempeñados).

    domingo, 19 de septiembre de 2010

    Palabras Cruzadas

    "Enseñar de un modo cierto, de tal manera que no pueda menos de obtenerse resultado. Enseñar rápidamente, sin molestia ni tedio alguno para el que enseña y para el que aprende, antes por el contrario,  con el mayor atractivo y agrado para ambos".

    Juan Amós Comenio, Didáctica Magna (escrita entre 1628 y 1632)